Una Marcha de Moratalla distinta

 

Día 23 de Mayo de 2009, marcado en el calendario como uno de los más señalados para los cicloturistas. Horas de entreno, miles de kilómetros, ratos disfrutados con los amigos, sacrificios, cuidados, preparativos  y mucha ilusión depositada en ese día, en la confianza de compartir una gran jornada de ciclismo y de poder competir con uno mismo y mejorar respecto al año pasado.

A las 10,01 empieza la prueba, con un tiempo esplendido, da inicio la aventura. El nuevo recorrido tiene unos kilómetros que se hacen a fuerte ritmo, así, los primeros 22 kilómetros se hacen en menos de 38 minutos y, en frío, resultan algo incómodos. Comienza el Alto de San Juan, puerto que por su trazado, me gusta, y conforme pasan los kilómetros voy encontrando el golpe de pedal y sintiéndome muy cómodo, voy pasando gente, pero sin hacer ningún exceso, hasta conseguir coronar tirando de un grupeto que ya se perfila como el adecuado para hacer camino. Conmigo se encuentra José Buytrago, Mariano Lucas y un pundonoroso Alfonso “El Churri”. Empieza el descenso y llegando a Campo de San Juan, suena un fuerte golpe en la rueda delantera; lo achaco a una piedra que ha saltado sobre  la llanta, pero a los pocos segundos observo que no; la rueda queda prisionera entre las zapatas del freno lo que evidencia que se ha partido un radio. En un primer momento pienso que será reparable, pero una vez detenido, veo el radio partido por la cabeza y una deformación tan considerable en la llanta que evidencia la imposibilidad de seguir adelante. LA MARCHA A MORATALLA HABIA TERMINADO.

Un sentimiento de rabia contenida me invadía, máxime, cuando veía ir pasando a todos los compañeros y amigos. Era algo que no entraba en mis planes. La primera reacción, fue la de pensar en coger el coche, volverme a Murcia y olvidarlo todo.

Pasaron los minutos y poco a poco fui encajando la eventualidad ocurrida. Pensaba en los profesionales cuando se dedican un año entero preparando el Tour, y en las primeras etapas, por cualquier infortunio, tienen que abandonar y lo aceptan sin más. Pensaba en un abandono por caída, lesión o desfallecimiento, que siempre  es mucho peor, y fue precisamente en ese momento de soledad, en el que estaba totalmente resignado, cuando milagrosamente apareció el buen amigo Paco Vera, que con su furgoneta iba a seguir la prueba. Me ofreció llevarme a Moratalla o continuar con él la carrera, y tras dudar en un primer momento, pensé que quizás podría prestar mi apoyo a los demás ciclistas y compañeros, decidiendo seguir en la prueba aunque fuera desde otra posición, y así empecé a vivir una Marcha a Moratalla distinta, peculiar, pero también muy interesante.

De esa nueva experiencia, destacar que vista la marcha desde fuera, me sorprendí de la preparación física y mental que llevamos los cicloturistas y de lo rápido que se rueda, con una entrega y pundonor  sorprendente.

Fue muy gratificante el poder ayudar y colaborar en el avituallamiento de Letur, intentando servir a los compañeros lo mas rápidamente posible para no perder demasiado tiempo. Quizás, el haber estado en las demás ocasiones, en su papel, me hacia comprender mas fácilmente sus demandas.

Resulta bonito el dar una palabra de aliento y animo desde el coche cuando la carretera se hace especialmente dura. El suministrar  bidones de agua y comida. Y el estar pendiente de cualquier cosa que necesitaran. Ello no impedía, en que muchas ocasiones, sintiese una “sana envidia” de querer estar pasando por su sufrimiento.

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Era un orgullo, ver que los amigos y compañeros con los que has compartido tantos entrenamientos, unos hacia una sensacional marcha, marcando unos tiempos envidiables y batiéndose con los mejores de la general y otros que, con una preparación mas limitada, también obtenían un gran rendimiento. Todos sois dignos de mención, pero permitirme que lo haga de José Globetroter, Antonio Martínez y Diego a los que pudimos seguir más de cerca y era un lujo verlos andar.

Llegamos a meta y poco a poco vemos llegar a todos los compañeros y amigos, que van comentando su carrera, y sus padecimientos, pero todos ellos con la satisfacción de haber podido concluir la prueba. Unos, como todos los años, dicen que es la última vez que vienen, pero no me cabe la duda, que al año que viene volveremos a encontrarnos todos, y espero, que al no ser ya la edición numero XIII, me toque poder terminarla en bicicleta y no en coche.

No quiero terminar sin lanzar una propuesta: Cada año somos un grupo más mayoritario de amigos los que vamos a participar en esta prueba. Creo que ello justifica más que suficiente el llevar un coche de apoyo, que preste ayuda, material de recambio, ánimo y plena confianza ante cualquier eventualidad.  Con él, este año, hubiera podido terminar la prueba, aunque me hubiera impedido ver la marcha desde este otro prisma y compartir un día, con esa gran persona que es el amigo Paco Vera, al que, desde aquí, le doy mi agradecimiento y mando un fuerte abrazo.

Estimados amigos y compañeros, enhorabuena a todos, y animo para el año que viene, donde espero poder estar con vosotros, dando guerra.

José Miguel Molina


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