Irati Xtrem
IRATI-XTREM. Una marcha éxtrema.
(Por Jose Miguel, el secretario. 13 Junio 2015)
Muchas incógnitas por resolver se planteaban antes de realizar la Irati-Xtrem: Tan sólo son 128 kms, que encierran 3.600 metros de desnivel; los comentarios generalizados la definen como más dura que la Quebrantahuesos; ¿Cómo puede resultar tan exigente, sin ser competitiva?; ¿Por qué la cronoescalada de Larrau se abre a las 13,30 horas, cuatro horas y media después de la salida, con tan solo 93 kms. por delante? ¿Llegaremos antes y tendremos que esperar a pie de puerto?. Estas y otra serie de dudas fueron felizmente resueltas el fin de semana del 13 de junio.
Para
empezar, llegada el jueves a Ochogavía, pequeño pueblecito del pirineo
navarro, limítrofe a la Selva de Irati, Valle del Roncal, y cercano a
Roncesvalles. A orillas del rio se vertebra el pueblo con casas típicas
montañesas que recuerdan Francia y Suiza. Tomamos aposento en la casa
rural Graciano, acogedora y perfectamente acondicionada, y lo que es más
importante: pegada al pabellón deportivo de recepción y entrega de
dorsales y a 50 metros de la salida. Al entrar al salón, sobre la mesa,
ya dispuesta la bolsa de participante, con el dorsal, la información y
obsequios de la prueba; todo un detalle. La casera ya nos advierte de la
presencia de visitantes de lujo, a los que veremos por el pueblo y que
están ya varios días de vacaciones entrenando para participar: Luis Enrique y Juan Carlos Unzue. La climatología se presenta tormentosa para todo el fin de semana.
El viernes, por la mañana salgo a soltar piernas y reconozco los tres
primeros puertos que no son gran cosa. Por la tarde ya se respira por
el pueblo gran ambiente ciclista en todas las terrazas de los bares a
orillas del rio. Varias nubes descargan con fuerza, pero todos hablan de
buenas predicciones para la mañana siguiente. Cámaras de televisión y
micrófonos a la espera de poder asaltar a Luis Enrique. Respiro un
ambiente de vísperas, totalmente distinto al de otras pruebas: no hay
tantos nervios, no hay tensión, totalmente relajados y seguro de pasar
un gran día de ciclismo y eso se contagia y da confianza
Llega el día
señalado, la hora de salida las 9.00 horas. Pongo el despertador a las
7,45, creo que sobra tiempo. La organización tiene preparado un
desayuno. Bajo a ver el desayuno si es apetecible y aunque está bien,
decido desayunar en casa, allí Verónica, con la camiseta globera, ya
está dispuesta para darme los últimos ánimos. Mentalizado a hacer la
marcha con otra filosofía: los avituallamientos están para pararse, por
eso decido, quitarme peso de encima: un solo bidón, el teléfono y un
solo gel por alguna urgencia, lo demás ya se cogerá por el camino.
En estos momentos, respecto a otras pruebas, echo de menos algunas cosas: la concentración y arrebato de Fran, los ánimos de “a tope” de Ginés, las quejas y malas sensaciones de Jose San José, los miedos preliminares del Profe, las chirigotas de Oscar y Vicente, la tranquilidad y serenidad de Antonio Fontamar y Jose el Joyero, las largas conversaciones de Guille….. otro año será.
Se inicia la prueba, y desde el primer momento el ambiente es
distinto; no hay prisas, no se sale a cuchillo, se habla, se bromea, me
pregunto si estaré ante una marcha al estilo de las controladas, pero
aquí no hay coche de control marcando el ritmo, ni falta que hace.
Enseguida se va estirando el pelotón para iniciar el primer puerto, me
sitúo en cabeza sin mucho esfuerzo, voy totalmente relajado: ni tengo
que mirar hacia delante buscando a Rafa Aragón, ni hacia atrás buscando a
Buytrago y Manzanera. Coronado el primer puerto e iniciando el segundo,
es hora de ir buscando compañeros de viaje. Durante algún kilometro
observo por delante un trio, que pueden ser buena opción, me incorporo
con ellos y enseguida me invitan a unirme asegurando que van a llevar un
ritmo asequible. Saludo y enseguida, uno me dice: ¿Tu eres de Murcia? Afirmativo, ¿lo has adivinado por el maillot? Y me dice: No, por el habla. Está claro que damos la nota donde vamos.
En
la primera hora 25 kms recorridos, faltan tan solo 68 kms. para llegar a
pie del Larrau, y tres horas y media para iniciar la crono. No me
cuadra, a este ritmo habrá que esperar que abran el inicio del control.
No obstante, participantes experimentados nos recomiendan tomarlo con
calma que queda mucho camino por andar.
Llegamos a uno de los puntos emblemáticos de la marcha: “El Muro”,
300 metros de pista de asfalto descarnado con un desnivel del 20 %,
aquí ya toca retorcerse sobre la bici. Después de este aperitivo, en la
Fábrica de Armas, primer avituallamiento y a reponer fuerzas para
empezar la parte más interesante: Los puertos, sobre el papel, no
coinciden con la realidad, los desniveles señalados no reflejan las
trampas que te encuentras, que hacen que constantemente el Garmin te
marque desniveles de dos cifras. Azpegui te sube el pulso y te va
introduciendo en lo que te vas a encontrar posteriormente. Se corona, se
inicia el descenso, y decenas de ciclistas parados en el arcén ¿Qué
ocurre? Giras la vista y te encuentras un paisaje espectacular que bien
merece una instantánea. Esto no es la Quebrantahuesos, y aquí está bien
visto pararse a disfrutar de lo que nos ofrece la naturaleza.
Errozate, una curva cerradísima te da paso al puerto, ya te avisan de llevar todo el desarrollo metido si no quieres empezar poniendo pie a tierra. Un pedazo de puerto, ríete del Marie Blanque, del mismo estilo, pero triplicado en longitud, se hace eterno, miro hacia arribo y debo sufrir alucinaciones, veo ciclistas pedalear por las nubes ¿Hasta allí hay que llegar? Será cuestión de tomarlo con calma. Por fin llegamos a la cima, y si impresionante ha sido la subida, más impresionante y peligrosa es la bajada: carretera estrecha, mal asfaltado, grandes socavones, curvas de herradura, desniveles pronunciadísimos, parece que bajas hasta el infierno y los dedos de las manos se resienten más que las piernas subiendo. En estas circunstancias, como no, me acuerdo de mi amigo Perico, aquí me gustaría verlo.
Nuevo avituallamiento, bien merecido, cogiendo fuerzas para el enigmático Larrau. Pregunto a los voluntarios si ha pasado Luis Enrique, se sorprenden, diciéndome que a ese le falta un buen rato, que solo ha pasado un cuarto del pelotón, nos encomiendan que si lo vemos lo acunetemos. Me temo que el final de la Copa del Rey no les gustó mucho.
Llega el puerto de Surzay y Bagargi con las misma tónica: desniveles
que no bajan del 9 o 10 %, un hito kilometro marca desnivel del 8 %, me
hago ilusiones, y en el suelo veo aviso del 20 %, jaja, algún bromista anda suelto, pero no, miro al frente y una pared nos espera. El descenso de Bagargi, también se las trae.
Las
dos de la tarde, llegada al pueblo de Larrau, la preocupación de tener
que esperar a pie de puerto a que abrieran el control de la
cronoescalada, se disipa. He necesitado cuatro horas para hacer 68 kms.
No está mal. Nueva curva cerrada y entrada en fila de a uno. Las
primeras rampas ya denotan el porqué de la fama del puerto, además de
por haber sido el cruel juez que truncó definitivamente la brillante
trayectoria de Indurain en el Tour de Francia allá por el año 1996.
Los kilómetros se hacen eternos, y son 13, algunos pasan como auténticas balas, las nubes amenazan y llegados a la zona más suave, faltando 4 kms, empieza a descargar un tormenton, llueve a mares, el suelo un espejo, los dos últimos kilómetros, de nuevo muy exigentes, exigen exprimirse, la temperatura baja a 10 º, me encuentro en mi salsa, hay que coronar cuanto antes; ya en la cima, nuevo avituallamiento y a rematar la faena. La gente llega exhausta, helados, abrigándose todo lo que pueden, la bajada promete ser de aúpa. Me ofrecen periódicos para la bajada, les digo que no. La cortina de agua no para, me hace dudar si debo ponerme manguitos y chubasquero, pero pienso: ¿Cómo el primer globero en cruzar la línea de meta, lo va a hacer embutido en un impermeable que no permita ver el maillot? No es buena idea, decido al fin, coger el periódico y con eso es suficiente. De esta manera, con un descenso vertiginoso y peligroso llego felizmente a la línea de meta, allí, estoicamente, hecha una sopa, me espera Verónica, la animadora número uno, no sé quién tiene más mérito si ella o yo. Propongo, nombrarla presidenta del club de fans de los Globeros.
De esta manera concluye una gran experiencia. He conocido una nueva filosofía de participar en una marcha ciclista. Me he quitado la venda, que me ha permitido ver que hay algo más que el cronometro que nos impide otra manera de disfrutar sin perder esa competitividad que nos da la vida y con la esperanza de poder compartirlo otro año con todos mis amigos y compañeros Globeros.
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