Nueve hombres y un destino

 7 de mayo de 2011, fecha elegida para poner a prueba el límite de la resistencia, ideado por Antonio Fontamar. Atrayente para unos y auténtico disparate para otros. A las 7 de la mañana, en Erosky, con un parking repleto de espectadores de excepción, que aún no se habían acostado, fueron testigos de la salida de la expedición.

Atrás quedaba la preparación, diseñando el recorrido, reconociéndolo y planificando la infraestructura para llevarlo a cabo. La primera dificultad surge el día antes, cuando nos quedamos sin coche de apoyo; dubitativos en un primer momento si seguir con el proyecto, se decide aventurarse a prescindir de él en la primera parte, ante el inestimable ofrecimiento de Jesus Azumbe de prestar su colaboración, su furgoneta, su tiempo y su dedicación en la segunda parte del recorrido. Sin dicha ayuda, posiblemente todo se hubiera ido al traste.

La segunda dificultad, viene marcada por la meteorología, cuyas predicciones anteriores no daban buenos augurios. Decenas de pronósticos consultados esperando encontrar alguno favorable, pero la mayoría anunciaban lluvia, tormentas y viento.

Existía cierta expectativa por saber cuántos nos congregaríamos. Muchos fueron los que desde un primer momento dijeron que no, otros dudaron hasta el último momento, pero a la hora de la verdad fuimos 9, (el mismo número que compone un equipo ciclista) los que aceptamos el reto, quizás menos de los esperados pero que resultó ser el número perfecto.

Antonio “Fontamar”, Juan Pedro “El Choco”, Jose “Buitrago”, José Miguel “el abogao”; Gines “El joyero”; Jose “el de Torreaguera”; José Antonio “el vecino de Ginés”; Jose “El joyero de los Dolores” y Germán (el montanbike). Junto a estos, Jesús Azumbe, que nos acompañó en bici hasta Librilla, a modo de invitado de honor.

En el rostro de todos, se apreciaba ilusión, entusiasmo, pero también preocupación e incertidumbre por ver como se desarrollaban los acontecimientos; quizás la excepción pudiera ser “El Choco”, ya acostumbrado a empresas de este tipo.

A las 7 y 12 minutos iniciamos la singladura, con la mente puesta en que hay que tomar las cosas con calma. El tiempo y la temperatura acompañan y empezamos a devorar kilómetros. Pedalear, conversar, comer, beber, observar las sensaciones y en menos de lo esperado ya nos encontramos en Lorca. Frente a una previsión de hacer una media de 25 kms/hora, resulta que en ese punto, la media marcada se aproxima a  29 kms/hora.

Después de Lorca, llegamos a Purias, afrontamos la primera subida con el alto del mismo nombre situado a 550 metros, y sin mucha dificultad nos vemos transitando en la autovía, por necesidad, para iniciar un vertiginoso descenso hasta la costa de Aguilas.

Ya hemos superado los 100 kms, las fuerzas están intactas, el tiempo apacible y soleado y la media se mantiene en los mismos términos. Los paisajes de la costa Aguileña, invitan a realizar alguna instantánea, y así como quien no quiere la cosa, nos encontramos imbuidos en la subida del puerto del Algarrobillo, camino de Ramonete. Tres kilómetros exigentes con desniveles que superan el 15 %. “El Choco” impone un ritmo que solo es seguido por Jose Antonio, Jose Miguel y Germán, mientras Antonio se quedaba rezagado ante la necesidad que vió de regar algún matorral seco. En la cima coronaría “El Choco”, seguido en el orden establecido anteriormente.

Un descenso pronunciado nos conduciría al punto fijado de avituallamiento en una Venta, situada a unos 130 kms desde el inicio. Allí, reposición de fuerzas, y rostros que van adquiriendo un semblante más relajado al ver la manera en la que van desarrollándose las cosas y mientras “el Choco” nos va desvelando algún que otro secreto de los que ha ido adquiriendo en sus entrenamientos con los profesionales.

Repuestas las fuerzas, se continúa la marcha hacia Mazarrón, mientras que la temperatura se va aproximando a los 30º. En ese punto se pone en contacto Jesús Azumbe, y se incorpora a la marcha dándonos su apoyo. Llega el momento de afrontar el famoso Cedacero, conocido por unos e inédito para otros. Allí nuevamente se hace ver “El Choco”, seguido de Antonio, Jose Antonio, Germán, José Miguel y Buytrago.

Un viento favorable, permite estar a las dos de la tarde en el centro de Cartagena, viento que aún se hace más a favor camino de San Javier, llegándose a rodar por encima de los 45 kms/hora, cuando ya nos aproximábamos a llevar 200 kms en las piernas. En La Aparecida, antes de llegar a San Javier, se decide hacer el segundo avituallamiento; allí sacábamos nuestros bocadillos, regados con  cocacolas , aquarius, cervezas y agua, que diligentemente había preparado nuestro «manager particular» Jesús “Azumbe”. También aprovechamos para desprendernos del lastre que llevábamos de ropas de abrigo, impermeables y demás.

Llega el momento de rematar la etapa, las fuerzas ya empiezan a flojear, y el camino desde San Javier a Avileses se hace muy complicado. El viento, ahora sí pega de frente y con intensidad, el incansable “Choco”, (todo el día dando la cara), pone un ritmo que se empieza a atragantar, pero es tal el coraje de todos los demás, que sufrimos y nos retorcemos antes de pedirle un poco de piedad. La dureza del momento y la tentación de tener la furgoneta tan cerca, coge desprevenido a Jose Antonio que en un momento de debilidad física y mental, sucumbe a la tentación y termina de copiloto de Jesús.

Solo queda el Garruchal, sabemos que va a ser duro, el viento continúa fuerte pero parece que todo está vencido. Iniciamos la subida con tranquilidad, pero “el Choco” no permite ninguna licencia a los ataques de Buytrago, mostrando quien es el “capo” del grupo. Coronar el tortuoso “Garruchal” con los gritos de ánimo dados por Jesus, conlleva la satisfacción de que el reto ya está superado. En el descenso un zorro se cruza en la carretera, como para darnos la enhorabuena y sin darnos cuenta llegamos al final de la proeza.

En resumen, 251 kms, 8 horas 40 minutos pedaleando y una media de 29 kms/hora, es el resultado de una jornada ciclista, que solo pretendía la satisfacción personal de superar el reto y que en definitiva te hace estar un poco mas enganchado a este deporte.

Desde aqui, un agradecimiento especial para Jesus «Azumbe», que en todo momento veló por nosotros y se comportó como un gran amigo, un gran ciclista y una excepcional persona. GRACIAS.

José Miguel Molina

    “El abogao”

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